El olor a ceniza del mayor templo hindú de Nepal

Escrito por: Javier Galán

Pashupatinath, en Katmandú, es un lugar de cremaciones a orillas del río Bagmati. 

© Greg Younger

© Greg Younger


Resulta complicado imaginar que asistir a un funeral anónimo tras otro se convirtiese en una actividad turística en cualquier región de España para los extranjeros, o en una manera de matar el tiempo para los propios españoles. Y sin embargo cuando salimos fuera a lugares como India o Nepal es una de las instantáneas que no nos queremos perder. Si mantenemos el respeto, queremos saciar nuestra curiosidad y estamos en la capital nepalí, no hay mejor lugar que Pashupatinath.

Es el templo hindú más importante de todo Nepal, un país en el que la mayoría de sus habitantes practica esta religión, uno de cuyos preceptos consiste en cremar los cadáveres. En ese aspecto Pashupatinath parece una máquina bien engrasada, con una pira funeraria tras otra levantada a orillas del río Bagmati.

Si India y Benarés se deben al Ganges, Nepal y Katmandú rinden pleitesía a este otro río sagrado, que a su paso por el templo que nos ocupa asiste a un sinfín de ceremonias crematorias.

© Xiquinho Silva

© Xiquinho Silva

Se celebran en la orilla occidental, sobre la mayoría de las plataformas de piedra. Y decimos mayoría porque las que se encuentran justo enfrente del templo están reservadas para la realeza. Bueno, sobre todas las demás se apilan normalmente la madera y los cuerpos envueltos en sábanas bajo la mirada de las familias. Pero no solo suya, pues en la orilla opuesta hay un mirador. Una vista privilegiada del dolor ajeno, deben pensar todas aquellas personas, normalmente hombres, que se apostan en los bancos de primera línea.

© Grant Eaton

© Grant Eaton

Entre ellos y las piras queda el Bagmati, en una sección bastante contaminada en la que la basura se mezcla con los niños que intentan recolectar las monedas lanzadas en pos de los buenos augurios, las cenizas de las hogueras apagadas y los macacos que han hecho de este santuario su hogar. La entrada al complejo principal está prohibida para aquellos que no sean hindúes, pero ya los alrededores son lo suficientemente variados como para sorprenderse en cada giro. Hay dos puentes que cruzan el río y que llevan a un bosque salteado de pequeños santuarios levantados en honor a Shiva.

SadhusCada uno está construido en un estilo tan característico y único como los ascetas conocidos como sadhus que por allí deambulan, y que han convertido varios de ellos en su refugio. Conociendo lo extravagante que resulta su aspecto se dejan fotografiar a cambio de unas monedas. El que no encuentra algo, lo que sea, en Pashupatinath, es porque no sabe centrar su mirada.

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