
Gaurav en uno de los bosques que ayudó a crear. © Afforestt.
Antiguos libros y pinturas retratan la villa de Khejarli como una tierra alfombrada por flora y cientos de árboles autóctonos que regalan alimento y sombra a ciervos, jabalíes, leopardos y numerosas especies de aves y reptiles.
Pero el panorama que Gaurav encontró cuando fue allí era muy diferente.
Escrito por: Andrea Amado Laín