Irinjadapilli Raman era un elefante mecánico que, según Rajkumar, había sido donado por una entiedad medioambientalista a fin de sustituir a los elefantes reales utilizados durante el ritual conocido como Nadayiruthal. Durante esta ceremonia, muchos elefantes son maltratados por sus cuidadores y obligados a tareas forzadas para contentar a los devotos, quienes conciben al animal como una ofrenda a los dios. «Irinjadapilli llegó antes de que sucediera todo». Peter y yo no entendíamos muy bien a qué se refería Rajkumar, quien nos llevó a través de la plantación de plataneras de nuevo. Peter me confesó que no le gustaba nada todo aquello y me propuso huir en algún momento. Por su parte, Akshi no se separaba del supuesto sacerdote. Tras atravesar los árboles, entre cuyas ramas se colaba la luna y los lejanos aviones parecían ahora lejanos destellos en el firmamento, Rajkumar llegó a un punto de la plantación y se agachó. Desenterró una porción de tierra hasta encontrar una vieja tabla de madera. Era una trampilla, la entrada a un lugar que desconocíamos. En algún momento, dejamos de escuchar ruidos lejanos. «Mejor nos vamos», le dije yo. «¿Adónde?», preguntó Rajkumar. «Fuera de aquí». Pero él sonrió: «Me temo que ya no podéis volver». Cuando consulté el móvil para encender la linterna, vi un dato extraño: era el 10 de octubre de 2098.