Prostitutas por mandato divino

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Las devadasis, o prostitutas religiosas, actúan en nombre de la diosa Yellamma. La mayoría son niñas menores de edad pertenecientes a la casta de los “intocables”.

Devadasis

Devadasis de Tamil Nadu, 1920



La historia de las devadasis corre paralela a la del auge y declive de los templos hindúes. Antiguamente, las devadasis gozaban de un estatus social alto. Consagradas a los templos, se dedicaban en cuerpo y alma a bailar para sus dioses. A su extrema devoción por el arte de la danza debemos agradecer la supervivencia de muchas de las danzas clásicas indias que se conocen hoy en día.

Durante la época colonial, los templos sufrieron un duro golpe en lo más profundo de sus tradiciones. Las doncellas, que ya no eran útiles a sus dioses, comenzaron a vivir una realidad bien distinta. Atrapadas entre la tradición y la miseria, las nuevas devadasis se vieron obligadas a emigrar para ejercer la prostitución en nombre de la religión. Su danza, antes sagrada, pasó a ser impura y pagana.

Aunque el sistema devadasi fue declarado ilegal por el gobierno del estado de Karnataka en 1982 y por el gobierno de Andhra Pradesh en 1988, lo cierto es que sigue presente en muchas zonas costeras de los estados de Maharastra, Goa y la zona sur de Karnataka, una de las de mayor tradición devadasi.

Pobres niñas bonitas

La mayoría de devadasis son iniciadas alrededor de los 10 años de edad. Se trata de niñas pertenecientes a la casta de los “intocables”, cuyas familias las consagran a la diosa Yellamma para librarse de una boca que no pueden mantener y de una dote matrimonial que nunca podrán pagar.

La “llamada” de Yellamma se materializa a través de ciertos signos tan misteriosos como absurdos. La aparición de un enredo en el cabello de la niña es uno de ellos. Lo que para alguien cabal sería un signo inequívoco de falta de higiene, para los cazadores de esclavas sexuales es la señal infalible ante una familia analfabeta y extremadamente pobre.

Algunas devadasis serán llevadas a las grandes ciudades donde entrarán en una cadena de compra y venta que, generalmente, no terminará hasta su muerte. Otras tantas, viejas y acabadas, acabarán sus días sumidas en la mendicidad más absoluta. Las más afortunadas, encontrarán un «amo» rico que las mantenga.

Mata Hari

Mata Hari fue una devadasi instruida en el sexo y las danzas sagradas “para la perdición de los hombres y de los sabios”.
Margaretha Zelle, nacida en Java y criada en Holanda, se casó a los 18 años con un militar que, a través de la sección “corazones solitarios” de un periódico, buscaba esposa. Tras separase, inventó una nueva personalidad para su nueva vida: la de bailarina exótica. Su sensualidad sedujo al mundo y la convirtió en un mito que alcanzó el éxito en un momento delicado: la Primera Guerra Mundial.
A sus 41 años fue condenada como doble espía y sentenciada al fusilamiento. Dicen que incluso ante la perspectiva de la muerte tuvo la osadía de lanzar besos a sus ejecutores, y que aunque 12 soldados formaban el pelotón, sólo fue alcanzada por 4 disparos.

Mata Hari en 1906

Mata Hari en una postal de 1906


Sobre la autora:
NonaNona Rubio es colaboradora de Sociedad Geográfica de las Indias. Le apasiona viajar y nos cuenta historias que hablan de un país inabarcable con el que hay que ser paciente si lo que pretendemos es conocerlo por dentro. Para más información: [Quiénes somos]

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