Abogado española, aunque lleva ya 20 años viviendo fuera de España. Salió por primera vez a Bolivia, como voluntaria de una ONG para tres meses y ya nunca volvió. Le enganchó su trabajo con niños de la calle, su curiosidad y la visión de un mundo por explorar sin más fronteras que las que nosotros mismos nos marcamos.
Bolivia no sólo dio paso a Beirut, a Rwanda, a Zimbabwe y a mil lugares maravillosos…, sino más importante aún, a su marido, a sus tres hijos y a miles de experiencias y amigos en todos sitios. Siempre ha trabajado en Cooperación (al igual que su pareja), pero ha aprendido a hacer un poco de todo y a dejarse llevar por las posibilidades que cada nuevo país, sus gentes y su cultura le han ofrecido.
Suele decir que lleva 20 años aprendiendo y que le encanta hacerlo. En este blog ofrece su particular forma de ver las cosas desde dentro, como mujer, española, trabajadora y madre de 3 hijos deseando y dispuesta a hacer de Delhi (India) su nuevo hogar.
Mucha gente me pregunta ¿cómo es vivir en la India? La respuesta que aquí pueda daros no será nunca imparcial ni objetiva, pero intentaré al menos que sea lo más aproximada a la realidad que yo vivo.
Podría empezar diciendo que el efecto de la famosa globalización se nota en cualquier ámbito de la realidad, aunque por supuesto varía en la medida que varía el poder adquisitivo de las personas y en este país la variación es enorme.
Como veis en el artículo anterior, las similitudes en el día a día entre la vida en India y en España son muchas, lo que a veces te obliga como extranjera a hacer un esfuerzo para evitar caer en la rutina de una vida “globalizada” y poder seguir descubriendo las otras cosas maravillosas de India, las que nos hacen diferentes y por lo tanto suponen la verdadera riqueza de vivir aquí.
Y de estas también hay muchas, algunas se asumen rápidamente y se incorporan a tus códigos de rutina diarios, como las diferentes formas de saludar basadas en las diferencias de edad, de sexo, de posición, la importancia del lenguaje corporal en las relaciones cotidianas, los significados de sus fiestas y tradiciones, etc.
Pero además de todo esto, hay alguna diferencia fundamental en la forma de entender la vida en sentido amplio, y no me refiero al proceso de vida-muerte como ciclo, donde el karma y la reencarnación son, para nuestras mentalidades más occidentales, algo difícil de entender y aún más de asumir…
Me refiero a otro tipo de proceso, el que habla de la unión indivisible de la mente y el cuerpo, y que de una forma u otra lo impregna todo y se hace palpable a través de la práctica cotidiana de miles de tipos diferentes de meditación, yoga, medicina alternativa, curación a través de energía, etc., etc. Todo ello convive no solo como formas complementarias de la medicina occidental, sino como una filosofía o forma de vida en sí misma.
Matrimonio concertado y matrimonio infantil, se convierten en la India en un binomio impactante, no sólo por la crudeza de la realidad que lo rodea, sino también por lo abrumador de sus cifras y de sus consecuencias.
Para entender la profundidad del tema, hay que pensar en la metáfora del pez que se muerde la cola… Más del 90% de los matrimonios en la India son matrimonios concertados o arreglados por las familias. En casi la totalidad de ellos se “negocia” con la dote (dowry) que deben pagar los padres de la novia a los padres/familia del novio y que desgraciadamente alcanza proporciones casi ilimitadas.
Cuanto más joven/niña sea la novia, menor es la dote que hay que pagar. Casi la mitad de las mujeres (el 43%) se casan siendo aún niñas. Un 83% abandona el colegio al casarse. Un 22% se queda embarazada antes de los 18 años. Seis mil madres adolescentes mueren cada año…
¿Quién puede romper la cadena? ¿Cómo romperla? ¿En qué eslabón de la misma puede una niña pronunciar el temido “No quiero”? ¿Puede realmente hacerlo, las dejan?…
Las leyes prohíben la “dote”, las leyes prohíben el matrimonio infantil, las leyes protegen a las niñas de los abusos… pero las cifras no mienten.
Frente a este panorama desolador y desgraciadamente cotidiano, encontramos algunas “voces de esperanza”… voces dulces y suaves que se tornan profundas y graves cuando hablan de su “revolución”, cuando gritan a todo y a todos el tan temido y humillante “No quiero”, gracias a estas pequeñas grandes voces, el cambio será posible un día…
Foto cedida por Belén Serrano (www.belenserrano.com)
Las mujeres siguen siendo el blanco de atrocidades en diferentes formas. Aunque tenemos leyes, su implementación deja mucho que desear.
El Día de la Mujer fue la celebración de los logros económicos, políticos, sociales y culturales de la mujer, logros contemporáneos y futuros.
Las mujeres, por ejemplo, son explotadas haciendo trabajos forzados en salones de masajes, servicios de “compañía”, prostíbulos, prostitucion callejera y pornografía. No es suficiente con preguntarse ¿Por qué ocurren estas barbaridades en nuestra sociedad? Es nuestra obligación asegurarnos de que las autoridades aplican las leyes existentes, ponen en practica medidas de seguridad y castigan a aquellos encontrados culpables.
India tiene leyes como “la Prevención del Tráfico Inmoral”, “El Acta de Prevención de la dote (dowry)”, “la Ley de Abolición del Sati” (antigua costumbre en la que se quemaba a la viuda en la pira funeraria del marido) y muchas más, pero una pobre aplicación, el castigo ineficiente, la corrupción y la complacencia las convierte en inútiles.
Este es un artículo nada fácil de escribir. Hablar de la situación de la mujer en la India, de los miles de problemas que le afectan, de los miles de esfuerzos por cambiar una realidad muy lejana de ser ideal, igualitaria, justa… es una tarea casi de una vida más que de unas líneas. ¿Tienen motivos las mujeres indias para celebrar este día?, ¿saben siquiera la mayoría de esas mujeres que existe un día para ellas?
¿Cómo celebrar los logros conseguidos en papel (leyes hay, y muchas, que las protegen y que reconocen sus derechos), cuando se siguen sufriendo las consecuencias de su falta de aplicación real en el día a día?
No quiero ser yo, extranjera acogida con cariño en este maravilloso país, la que os cuente los abusos a los que se ven sometidas sus mujeres, porque sería como apagar una vez más su propia voz. Por eso esta vez he preferido que las escuchéis a ellas directamente, que sean sus palabras y sus historias las que os expliquen sus vidas. Nadie mejor que ellas mismas para hacerlo, nadie mejor que otra mujer para ofrecerles esa oportunidad a través de este blog y nadie mejor que todos vosotros y vosotras para escucharlo y entenderlo.
Mi opinión no tiene importancia, como observadora triste e impotente de esta realidad abrumadora en la que se dan casos de feticidio femenino, esclavitud de la mujer en la propia familia política, dote, viudas olvidadas, matrimonios infantiles, asesinatos de las recién casadas y abusos sin fin dentro de una tela de araña que ni las mismas leyes consiguen desentramar….
Pero hoy, 8 de marzo, es nuestro día, “su día”, y este es mi homenaje para ellas: “su Voz”.
Cortarse el pelo puede suponer una mera necesidad, una obligación cada cierto tiempo, o incluso un tormento (¡como para mis hijos, por ejemplo!). En general suele dar un poco de pereza: tenemos que buscar el momento oportuno entre las mil cosas de la semana, necesitamos concertar una cita, esperar… Si no fuera por el ratito de lectura extra o de charla con otros/as clientes, el hecho puede resultar de lo más prosaico…
Sin embargo en India, en Delhi en concreto, cortarse el pelo supone no sólo una aventura, sino también un placer y casi un ritual. Y si no, ¡que se lo pregunten a mi marido y a mis hijos, a los que por primera vez en la vida, les encanta ir a la peluquería!
Los motivos son muchos, empezando porque rara vez hay que pedir cita previa, aquí llegas y eres atendido inmediatamente, puesto que en todas las peluquerías, al igual que en casi todos los sitios en este país, siempre hay más trabajadores que clientes.
Esto puede deberse a la “cadena de división del trabajo”, absolutamente necesaria en un país con más de 1.100 millones de habitantes.
Aquí, llegas a una tienda y hay un dependiente que te recibe, otro te pregunta qué buscas, un tercero te enseña los productos, un cuarto te explica su funcionamiento, un quinto te cobra, si quieres factura te la extiende un sexto, otra persona te lleva el producto elegido a casa, y todavía otro más viene más tarde a instalarlo… A esto llamo “cadena de división del trabajo”.
Bueno pues las peluquerías no iban a ser menos, así que tienes nada más llegar, la persona que te recibe, otra que viene a ofrecerte un café o un “chai” (té) cortesía de la casa, otra que lo trae, el peluquero/a que te pregunta qué deseas hacerte, un asistente que mientras contestas te va peinando dulcemente (como reconociendo el tipo de cabello al que van a enfrentarse), luego te pasan a lavado, donde por supuesto hay una persona diferente que te pone el champú y te masajea como indica la tradición india (un buen masaje ¡de los de quedarte dormida, vamos!), otra persona te aclara y una tercera que te pone la toalla y te hace pasar nuevamente a la silla de corte.
Allí vuelve a aparecer la peluquera/o con dos nuevos asistentes, uno que nunca hace nada, sólo mirar (por lo que supongo que es el aprendiz porque a veces acerca el “material” a su jefe) y el segundo peluquero/a, que sostiene el secador del pelo mientras el “experto” le da forma con el cepillo…
Yo personalmente hay veces que me entretengo en mirar el número de manos que rodean mi pequeña cabeza para intentar identificar cuántas personas pululan alrededor de mí…
Bueno, y todo esto es si no pides que a la vez te afeiten, o te hagan una limpieza de cutis, o la manicura y/o pedicura. Si ese es el caso, ¡aquello acaba pareciendo el camarote de los hermanos Marx!
La clasificación de las peluquerías en general son como en España, me refiero a que las tienes de “caballero”, de esas que recuerdan a las de los pueblos pequeños, las de sólo “señoras”, y las unisex. Estas últimas suelen ser las mas modernas, tanto en decoración, uniformes, como en el estilo de sus peinados (“western style” o “estilo occidental”) ¡y por tanto son también las más caras!
Para que os hagáis una idea: un lavado, corte y arreglado para mí en una peluquería unisex sale alrededor de 500 rupias, lo que viene a ser unos 8-9 euros. Eso mismo en la peluquería de caballeros de mi barrio (a la que van mi marido y mis hijos) sale por 100 rupias, o sea menos de 2 euros. Y eso, todo hay que decirlo, porque al ser extranjeros estamos seguros de que incluyen “la propina” en el precio.
Me gusta mucho ver que la cultura de la peluquería en India no es algo reservado exclusivamente a las mujeres. Aquí, muy al contrario, las peluquerías (incluidas las unisex) suelen tener una cantidad de hombres enorme, y no solo cortándose el pelo, muchísimos de ellos haciéndose tratamientos y masajes de cutis y manicura/pedicura…
Aunque por supuesto lo más extendido es el afeitado. Ese afeitado antiguo con mucha espuma y navaja que amenaza la yugular… Para eso ni siquiera hace falta ir a la peluquería, en casi todos los barrios (como el mío) encuentras en alguna esquina, un señorcito en plena calle, delante de un sillón de esos como de dentista que a veces se parece más a una silla de despacho con ruedas y al lado una minúscula mesa donde se acomodan todos los utensilios necesarios para el perfecto afeitado. Ah, y nunca falta un espejito minúsculo colgando de un árbol o de la valla más cercana….
Foto: David Martín, Sociedad Geográfica de las Indias, 2008.
Foto cedida por Belén Serrano (www.belenserrano.com)
Mi marido no lo había hecho nunca antes, pero sucumbió al afeitado callejero, en parte por curiosidad y en parte por ayudarme a escribir esta historia (¡basada en hechos reales!) y de su parte puedo deciros, que si venís no dejéis de probarlo…
Aparte del miedo inicial que producen tanto la navaja como las risas del afeitador al tener entre sus manos a un extranjero rubio con cara de susto, la cosa se va poniendo interesante cuando el simple hecho de extender la espuma se convierte en el primer masaje espectacular de cara-cuello que recibes.
Si a eso le sumas la destreza en el uso de la navaja y el posterior y final masaje con aceites olorosos (que casi te hace rezar para tus adentros: “que no se termine, por favor”) lo que en un principio pudo parecer una experiencia temeraria, se convierte en un verdadero placer y casi una adicción cotidianos.
Y no hace falta que os diga que, si los masajes de cara y cuello son el no va más, los de cabeza (a veces incluso de hombros y espalda) que te hacen durante las varias fases de lavado, corte y peinado… ¡esos son lo máximo! Yo la ultima vez no pude evitarlo y le dije a Sharon, que es la chica que siempre me corta, “por favor, ¿puedes seguir un poco más?”. ¡Y es que de verdad es una gozada!
Así que ya sabéis, si venís por aquí, los chicos aprovechad para haceros un buen afeitado ya sea callejero o en peluquería de barrio; y las chicas por lo menos probad con un lavado y peinado (el masaje va siempre incluido y la duración dependerá mucho de vuestra simpatía!)
Os dejo, ¡que me voy a la peluuuuuuu…!
Si no el video no se ve correctamente, pulsa aquí.
— Sobre la autora:María José Morales y su familia viven en India desde 2009. Suele decir que lleva 20 años aprendiendo y que le encanta hacerlo. En este blog ofrece su particular forma de ver las cosas desde dentro, como mujer, española, trabajadora y madre de 3 hijos deseando y dispuesta a hacer de India su nuevo hogar. Para más información: [Quiénes somos]
En un mundo donde las prisas, el stress, las preocupaciones y los miedos están a la orden del día, el tener la posibilidad de escuchar a una persona que sólo con su tono de voz y sus palabras es capaz de proporcionar un poco de paz, es un privilegio al que no muchos tienen acceso… Si esa persona resulta que además es el Dalai Lama, la ocasión se convierte en un doble privilegio…
No importan las creencias o no creencias de cada uno, el Dalai habla para todos, acoge a todos y hace sus palabras asequibles y adaptables a cualquiera que le escucha.
El 9 de enero en el Modern School de Delhi, se celebró el 30 aniversario de la inauguración del “Tushita Mahayana Center”, centro de meditación y estudios budistas.
Fue para conmemorar esta ocasión que alrededor de 1.000 personas (lo digo a ojo, no tengo cifras) acudimos a escuchar a un Dalai Lama pequeño, sonriente y derrochador de bondad y buen humor con sus palabras y sus gestos.
El día era de un frío intenso (algo atípico en Delhi) pero ni las frías temperaturas impidieron que gente de todas las nacionalidades, razas, colores y edades acudieran al auditorium para verle y escucharle.
La sala estaba llena, unas pocas sillas en los laterales ofrecían asiento a los más mayores o a los menos habituados a sentarse en el suelo. El resto del pavimento estaba cubierto por grandes mantas y encima de ellas sábanas blancas donde nos íbamos acomodando cada uno al llegar, intentando encontrar una postura cómoda y que a la vez no molestara al de al lado.
En las invitaciones se nos pedía, además de no llevar cámaras, ni móviles, ni bolsos, ni niños menores de 12 años (los niños aparecían incluidos en la misma categoría que el resto de los objetos prohibidos). También pedían que todo el mundo estuviera ya sentado a las 2,30 pm, ya que la charla comenzaría a las 3 en punto.
Desde Sociedad Geográfica de las Indias te damos la más calurosa bienvenida a nuestro blog. Aunque no es obligatorio, dando click en “me gusta” nos ayudas a difundir la importante y curiosísima cultura de la India y demás países del Subcontinente Indio.