Erase una vez un elefante…

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Elefante Rajam de Andamán nadando

© Steve Bloom


… en una selva india

«Madera»

Desde que era un pequeño elefante, Rajam había escuchado esta palabra en contables ocasiones. Una palabra que movilizaba a unos amigos elefantes que, de repente, desaparecían para ir lejos, muy lejos.

Hasta que le tocó a él.

Tras una infancia libre en la selva, apegado a su familia y jugando con las mariposas, Rajam inició un largo viaje encerrado en un camión y un barco hasta llegar, muchos días después, a una tierra nueva.

Este lugar era similar al de su infancia: palmeras, animales… y playas. De hecho, el mar rodeaba cada uno de los rincones de aquella nueva selva en la que se encontraba.

La misión de Rajam

El elefante Rajam conoció al joven Nasru una mañana mientras este lanzaba cocos desde lo alto de un árbol. Tras avistarlo, Nasru se acercó a él y le dijo que él estaría a su cargo, que se encontraban en una isla llamada Havelock, en el archipiélago de Andaman.

Lo que Rajam aún no sabía era que tendría que trabajar transportando madera en aquella isla.

Durante días, semana y años, el elefante se unió a otros muchos a través de largas comitivas en las que transportaban madera de un lugar a otro.

Cuando volvía de trabajar, Nasru se acercaba a Rajam y le lavaba las orejas, le hacía cosquillas en la trompa y le traía frutas tropicales que la criatura engullía hambriento.

Al final del día, Nasru y Rajam dormían bajo las estrellas y despertaban junto a la playa.

Una de esas mañanas, Rajam vio a Nasru cerca del océano. Éste le llamó haciendo aspavientos con las manos, pero lo que Nasru aún no sabía era que Rajam nunca había entrado en la playa.

Poco a poco, a pesar del miedo inicial, Rajam fue entrando poco a poco en el agua.

– Te vendrá bien cuando tengas que ir a trabajar a otra isla – le dijo Nasru.

Día tras día, Rajam fue avanzando un poco más en su misión por aprender a nadar. El resto del tiempo, Rajam y su cuidador nadaban entre los corales y los peces de corales lejos del mundo y el ruido, de la certeza de estar en un lugar desconocido.

Durante los siguientes años lejos de su tierra, Rajam se convirtió en un experto nadador, aprendizaje que le sirvió para poder trasladarse a otras islas en las que trabajar.

Construyó una nueva vida junto a otros amigos y Nasru, quien siempre estaba allí para recibirle, sanarle las heridas y sonreírle.

Y así, pasaron los años.

Hasta que llegó una mala noticia.

Hasta siempre, Nasru

Poco después del comienzo del nuevo milenio, corrió la voz de que los elefantes de Andamán abandonarían la isla para regresar a India, ya que el gobierno había decidido prohibir la tala de árboles en el archipiélago.

Una noticia que pilló a todos por sorpresa, pues ya habían pasado demasiados años como para reencontrarse con sus familias. Estarían lejos de todo lo conocido hasta entonces, perdidos en una tierra confundida.

Cientos de elefantes fueron transportados en barcos de regreso a India y sus cuidadores regresaron a sus casas… salvo Nasru, que decidió quedarse en la playa viendo la embarcación marcharse con su amigo dentro.

Agarrado por las cadenas, Rajam permanecía inquieto entre otros muchos elefantes viendo la isla donde había pasado sus últimos treinta años de vida alejarse.

Y fue allí, en algún momento, cuando sintió un impulso. Cuando se liberó de las cadenas y corrió por la cubierta.

Para cuando se vieron, Nasru abrió sus brazos desde la distancia.

Rajam regresó nadando.

Esta historia es real. Por si aún no lo sabías.

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