Soy un coral en Maldivas

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Coral en Maldivas

Érase una vez….



En mi vecindario ya se empieza a hablar de algo conocido como ‘cambio climático’. Te contaré cómo es la vida siendo coral en Maldivas (y cómo puedes ayudarme). 

Escrito por: Alberto Piernas

Soy un coral de Maldivas

Coral en Maldivas

Este soy yo. Bonito, ¿eh? Pues he empezado a perder peso…

¿Habías escuchado alguna vez aquello de que los seres humanos están formados por cientos, miles de átomos, microorganismos y demás factores? Pues con los corales ocurre algo similar, ya que estamos compuestos de miles de individuos llamados zooides llegados de todos los rincones de ese gran dios nuestro que es el océano. Mis padres me contaban que nuestros antepasados viajaron en algas desde las costas de Hawái, de Aruba, del Ártico. Tan danzantes en las corrientes, camuflados en los caparazones de las tortugas y mecidos por las tormentas hasta llegar a esa gran autovía submarina que una vez nos trajo aquí, a Maldivas. Desde hace años aquí respiro, como, me reproduzco y expulso mis desechos junto con esos otros muchos corales que formamos un gran arrecife. Posiblemente los de Maldivas sean los más bonitos del mundo. O eso dicen. 

Viajar a Maldivas

Ese anillo azul turquesa que rodea la isla es nuestro vecindario.

Sin embargo, en el vecindario se cuenta que Maldivas es el lugar de la Tierra con menor altitud, motivo por el que allá arriba la gente corre apresurada y se cambia de isla mientras un gran megáfono habla de una cosa llamada cambio climático. Los corales protegemos al humano de los desastres naturales como los huracanes, pero en los últimos tiempo aquí percibimos más caos y menos fuerza para confrontarlos. Quizás sea ese el famoso «cambio».

Para colmo, estoy perdiendo peso y algo de brillo, aunque algunos vecinos, los del arrecife norte, están mucho peor. Un día  despertaron llenos de manchas blancas, mientras otros hablaban de los primos australianos, convertidos en seres sin vida a merced de las redes de pescar y los depredadores sin buen gusto. Un desierto de huesos y fósiles que también podría expandirse hasta nuestro vecindario. 

El cambio climático  también ha llegado a las profundidades de los mares de Maldivas. A veces llega en forma de una bolsa de plástico, otra de tortugas con una pajita de plástico entre los dientes. No tengo piernas como vosotros para andar y ver qué pasa ahí fuera, pero algo en mí se debilita, y el agua parece más caliente, y me pica todo, y temo que algún día mi cuerpo acabe siendo un esqueleto y los tiburones me usen de mondadientes. 

Coral muerto en Maldivas

No quiero acabar así.

Por suerte, creo que los humanos han empezado a escuchar el llamamiento de nuestros mares. Volver a los tiempos de antes requiere de mimo y paciencia, y a veces temo por no ver el final de esos experimentos, pero tengo fe en las personas. En este último año ha debido suceder algo, porque el motor del mundo, ese sonido tan sutil que solo escuchamos en las profundidades del océano, nos resultó más débil. Fue como si el mundo se hubiera paralizado y la naturaleza aprovechara una nueva compuerta para expandirse. Hemos visto llegar más bancos de peces luna,  los anzuelos han escaseado y algunos hombres vestidos de buzo han bajado hasta aquí con bolsitas de plástico. Otros, descienden con una enorme bandeja llena de bebés de coral. 

Allá donde nuestros vecinos vivían antes existe hoy lo que aquí llamamos orfanato. La mantarraya me ha dicho que de ese orfanato nacerán muchos más corales en el futuro para ayudar a repoblar nuestros fondos marinos. Es un poco conservador y siempre se queja, porque dice que eso es una aberración, que los corales vienen de abajo, nunca de arriba. Pero yo no le hago caso.

Algunas veces bajan niños vestidos de buzo, y por aquí ya no se escuchan lanchas ni se ven tantos residuos. Deben estar haciendo un buen trabajo allí arriba, porque por el momento mantengo mi peso y los peces payaso siguen frotándose en mi paraíso. Pero no debemos bajar la guardia, que en el momento más inesperado vuelve ese poso siniestro que sacude los mares del mundo. Ese que nos dice que aún queda mucho por hacer. 

Repoblación de arrecifes

Este es el orfanato del que os hablaba.

Mientras, nosotros estamos entretenidos. Siguen bajando hombres buzos y no sé si veré algún día a esas larvas crecer. Pero tengo esperanza. No podemos movernos, pero aquí en Maldivas, todos somos uno. Aguantamos, mientras siguen llegando noticias del mundo y, por cada pajita de plástico que usas, yo voy perdiendo peso. 

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