Nuestra experiencia en India

Por: Roser.

Mi viaje a la India con mi esposo ha sido una experiencia fantástica, inolvidable en nuestra vida. Después de mes y medio he podido digerir todas aquellas sensaciones, analizarlas para poderlas explicar.

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Tenemos que agradecer para siempre a Sociedad Geográfica de las Indias por su profesionalidad, por su trato y por habernos diseñado un viaje que no sólo nos permitió ver las maravillas arquitectónicas y artísticas de aquel lejano país, sino también penetrar en la vida de sus gentes.
También siempre estaremos agradecidos nuestro guía, que durante tres semanas fue parte de nuestra familia y nos mostró lo que realmente es la parte de la India que visitamos. Os animo a repetir una experiencia como la nuestra, por eso os quiero ofrecer, para haceros partícipes, las sensaciones que vivimos.

La primera impresión al llegar a Delhi fue la de conocer una ciudad en vías de desarrollo y modernización. Pero al llegar al viejo Delhi todo cambió. Era otro mundo, otra visión cosmogónica , vida y muerte. Aquella India no era la de los cuentos, era la vida en su más amplio sentido. Conocer y compartir esta forma de vida era lo que motivaba aún más el deseo de realizar este viaje cuidadosamente planificado.

Impacto. Escalofrío .Expectación. Por muchos adjetivos que empleara no tendría suficientes para describir cómo me sentí al visitar Varanasi, sus calles, sus dioses y sus muertos. O quedas cautivado ante tal explosión de los sentidos, negativos o positivos, o por el contrario, pueden producir un rechazo, incluso repugnancia. O deseas volver a participar de todos sus ritos, observar y observar, perderse en sus callejuelas, responder a sus sonrisas o respetar su intimidad, o por el contrario, desearías cambiar el destino de tu viaje. Yo me sentí cautivada por su sonrisa franca y por sus creencias sinceras.

No pretendo describir nuestro viaje, pero sí recordar tantos y tantos momentos vividos en los más profundos contrastes de una misma tierra. Palacios espléndidos rodeados de calles polvorientas donde la higiene, tal y como yo la entiendo, no existe.
Jardines dulces envueltos de riegos meticulosamente aplicados, frente a mujeres y niñas llevando cántaros en la cabeza, pues no disponen de agua corriente (el gobierno tiene instaladas fuentes públicas para abastecer de agua). Templos magníficos al lado de viviendas en su minima expresión.

La vida rural. Todo parecía un comercio de lo más sencillo e impredecible. Barberos en la calle con su jofaina de agua, vendedores con su cesto de frutas, carros llenos de plátanos, sacos de especies, vendedores de telas de coloridos magníficos sentados en el suelo mostrando su género, y en medio de todo ello, los rickshaw destartalados cubiertos con toldos raídos subiendo cuestas con sus pasajeros. Hasta daba coraje verlos sudar con tal esfuerzo y costaba convencerse de que estarían contentos porque aquel día habían podido trabajar. Y todas aquellas gentes parecían conformadas.

Todo color, ruido, aromas y movimiento, una explosión para los sentidos, tanto en positivo como en negativo. Y en medio, las vacas de paseo, tranquilas, dueñas del paisaje. Para nosotros, turistas, una observación pasmosa y para los habitantes, casi invisible. Cuidado, nos dice un joven vendedor, en el cruce de la calle la vaca ha dejado una ”huella” que nos puede manchar los zapatos. ¡Todo normal!

Y más templos magníficos y palacios convertidos en hoteles asombrosos. Cuánta belleza, cuánta delicadeza, y una atención inmejorable.

Y mientras, en Bombay, los lavanderos lavan la ropa de los hoteles en unas instalaciones que despiertan nuestro interés Yo pensaba en lavanderías con maquinaria industrial, pero no, eran lavaderos grandes pero lavaderos con unos horarios de suministro de agua, en los que la ropa se lavaba a mano, picando con fuerza contra la piedra. Lavar la ropa era cosa de hombres.

Agra, Jaipur, Udaipur exhiben orgullosas el esplendor de otras épocas. Disfrutar de la alegría de sus fiestas de Diwali, con luces en todas las calles de las ciudades, gente contenta porque era fiesta, haciéndote participar de su alegría, es una experiencia muy recomendable. Como una Navidad. Realmente me sentía como transportada hacia otra tradición, pero con las similitudes que conlleva el comportamiento humano. No somos tan distintos, pues ahora mismo yo también estoy pensando en los regalos de nuestra Navidad. Niños contentos con sus dulces de Diwali, como nuestros niños son felices en las celebraciones navideñas.

Fiestas del sol, adoración al Ganges sagrado, reencarnación… Y como surgiendo del más espectacular cuento de hadas, apareciendo en medio de unas brumas que se me antojaron de lo mas romántico, el Taj Majal, iluminado con el tenue reflejo de un sol temeroso de acercarse al monumento. Una maravilla inolvidable, una maravilla que aconsejo ver y vivir. Estos reflejos del sol realzan su esplendor y parecen susurrar toda su belleza al viajero que embelesado se estremece al comprobar todo el amor con el que se construyó la maravilla de Agra. Una auténtica locura de amor.
Espero volver pronto.

ROSER.

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*Sociedad Geográfica de las Indias cuenta con la autorización de Roser para la publicación de su carta de agradecimiento.

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