Bollywood, el género más prolífico de la industria cinematográfica india, es también una pieza clave de la cultura popular del país. Un auténtico fenómeno de masas que roza los 4.000 millones de espectadores anuales y que otorga a India el título de primer productor mundial de filmes, unos 1.000 anuales frente a los 600 de Estados Unidos.
Pero a Bollywood, la rama más conservadora y complaciente del cine made in India, no le ha deslumbrado el éxito. Hasta la fecha, ha sabido esquivar los embistes del gigante norteamericano que ha visto en sus audiencias una oportunidad de oro para sanear el maltrecho negocio de Hollywood. Tanto que hasta Nicolas Cage ha decidido dar un giro radical a su carrera para embarcarse como protagonista en una producción que la factoría Bollywood comenzará a rodar a principios de 2011.
Habrá que ver si ese territorio inexpugnable que es el corazón del espectador indio puede ser conquistado por extraños. Por ahora, el fenómeno de afinidad emocional entre éste y el género bollywoodiense sigue escapando al entendimiento occidental.
El opio del pueblo
Las películas de Bollywood, rodadas generalmente en lengua hindi, están estrictamente codificadas en cuanto a duración, trama y desarrollo. Suelen durar más de lo que la paciencia occidental está dispuesta a aguantar, alrededor de unas tres horas. La trama, sabiamente urdida por productores nacionales, gira en torno a códigos comunes a todas las sociedades emergentes o en vías de desarrollo: historias de emprendedores que migran y triunfan en la gran ciudad, amores imposibles, sacrificios y exaltación de valores tradicionales como la familia o la amistad. La marca de la casa la imprimen los eternos números musicales y las coreografías multitudinarias.